sábado, 22 de marzo de 2014

Cuando parte un hijo





Dedicado a Sol...

Voy a compartir un artículo que escribió otra persona, y deseo introducirlo con una frase personal...
Hace unos años convesando con alguien sobre el tema... esta persona dijo una  frase que nunca pude olvidar:
- "quien dispone quién está o no listo para morir, a qué se debe que creamos que la ley natural dice que el hijo debe morir después de sus  padres?.... si somos conciencia, energía, espiritu... no tenemos jerarquía ni roles... solo crecimiento personal...cuando estamos listos, pasamos a otra etapa...


La muerte de un hijo es uno de los acontecimientos más trágicos en nuestras vidas, y el cual cuesta mucho trabajo aceptar y más cuando contaba de gran estima familiar y social. Existe una incomprensión que rompe con el esquema natural del ciclo de vida que vamos llevando.

Nos parece una crueldad que una vida se termine cuando hasta ahora había empezado y los Padres se preparaban para ver realizado en sus hijos muchos sueños que, ellos no pudieron alcanzar.

Tal vez haya otros hijos a quienes cuidar, quizá retomamos la labor de ser Padres pero es muy difícil recuperar a ese… al que perdimos, es irremplazable.

Lo más duro es asimilar que todavía queda mucho por vivir y seguir adelante, aún sabiendo que nada va a llenar el lugar que dejó el hijo fallecido.

Aunque tú hijo se haya ido, aún hay futuro, existe una luz al final de ese túnel oscuro, frío y gris, aunque en éste momento te parezca casi imposible.

Independientemente de la edad, la muerte de un hijo derrumba al más fuerte, y estremece fuertemente todas las áreas de la vida.

El papel de Padre es amar, proteger, enseñar, cuidar… y cuando un hijo muere, este papel contribuye a una sensación de inutilidad, falta de sentido a la vida y, en ocasiones, sólo ayuda a aumentar los sentimientos de culpa, ya que pueden llegar las sensaciones de fracaso.

El orden natural nos dice que los viejos han de morir primero; pero si esta es ya una circunstancia fuerte de aceptar, mucho más complicado es aceptar ese evento que parece ir en contraposición de la propia naturaleza.

El duelo ante la muerte de un hijo es uno de los más difíciles de afrontar y de los que requiere mayor apertura hacia el apoyo y la expresión emocional para poder recuperarse de la pérdida y poder seguir adelante el curso “normal” de la vida, es en realidad un VOLVER A VIVIR.
Es preciso el aprender a encontrarse con las propias emociones, pero además con las de la pareja y el resto de la familia que, sin decirnos nada parece que nos acusara.

CUANDO HAY UNA ENFERMEDAD PREVIA O UN PERÍODO DE HOSPITALIZACIÓN.-En esta situación, no sólo tenemos que afrontar nuestro propio dolor, sino que enfrentamos el sufrimiento del hijo en estas circunstancias.

Obviamente cuando al hijo y a los Padres se les permite anticipar la llegada de la muerte, se tiene la posibilidad de iniciar el proceso que implica la comprensión de la separación y controlar el dolor antes de producirse la pérdida definitiva o muerte.

Aunque por tener que soportar la pérdida del hijo, a los Padres se les aumenta la carga emocional, y se les añade la angustia de tener que controlar sus emociones frente al hijo, lo mejor será dar rienda suelta a las emociones naturales e inclusive dejar fluir las lágrimas.

Se ha descubierto en este aspecto, que el pretender asumir una postura “valiente” no sólo aumenta la carga emocional haciendo que puedan venir las alteraciones físicas, sino que podrá traer como resultado que el hijo intente adoptar la misma respuesta y se cohíba de llorar y expresar sus sentimientos y emociones.

Por ello, lo mejor y más sano es ser sensibles y abiertos a la expresión de amor, tristeza o cualquier emoción que surja, así se logrará una manifestación genuina de los sentimientos y se podrán compartir absolutamente todos los momentos.

No debe olvidarse que el mejor medio de comunicación es el contacto; por ello, una palmada cariñosa, una caricia en el cabello, un abrazo, puede decir eficazmente te amo, sin necesidad de palabras.


CUANDO LA MUERTE FUE VIOLENTA O ACCIDENTAL.-
Los accidentes usualmente implican errores o descuidos de alguien o de algo. Por ello cuando alguien muere accidentalmente, los sobrevivientes quedan marcados por la culpabilidad y los reproches.

Cuando quien muere ya es adulto, pero sus Padres sobreviven, los sentimientos son tan intensos como si se hubiese perdido a un niño en la infancia.

Las preguntas que surgen son: ¿Por qué a él, que tenía tantos proyectos y vida por delante? ¿Por qué no yo, que ya he vivido? ¿Por qué él, si mis anhelos se cumplían en él?

Bajo estas preguntas se esconde el deseo sincero de los Padres de ocupar el lugar del hijo fallecido.

Si el fallecido es un niño, la tragedia se aumenta al percibirse la muerte como algo absurdo e injusto.

Los Padres tratarán una y otra vez de adaptarse a la situación, pero no es fácil. Quisieran poder regresar el tiempo y de algún modo poder borrar lo sucedido, se sienten culpables por el hecho de estar vivos y sienten lástima no tanto por su hijo, sino por ellos mismos. Los Padres lamentan no poder escapar de la tristeza, la confusión y el dolor de no poder recuperar al ser querido.

Se especula, se desea, se da vueltas a la situación, se trata de comprender, se reviven las circunstancias, se repasan una y otra vez las últimas vivencias pero no se logra poner al derecho la vida.

Al fin y al cabo no tanto lloramos por los que se fueron, sino por nosotros que nos sentimos desamparados, sin rumbo y sin razones para vivir, pues se ha muerto nuestro futuro.

La muerte de un hijo obliga a los Padres a confrontarse con su propia comprensión sobre el significado de la muerte y ellos es un punto crucial a la hora de enfrentar el duelo y de lograr ver alguna luz en el túnel oscuro y gris del dolor.

Despedirse de un hijo es una de las pruebas más duras de la vida, pero es también una extraordinaria posibilidad de conocernos a nosotros mismos y de replantearnos la posibilidad elaborar a futuro un proyecto de vida, algo que nos motive a encontrarnos
iluminados por esa luz al final del túnel que en un momento dado la veíamos tan distante.

Cuando se comparte esta experiencia común, por ejemplo en los espacios de los Grupos de Apoyo y Mutua Ayuda, las circunstancias propician la maduración y el acercamiento a otros miembros de la familia.


Elaborado y adaptado por Yuraima Martini fundadora del Grupo de Apoyo y Mutua Ayuda VOLVER A VIVIR, para Padres y Madres que han sufrido la muerte de un hijo.

Fuente: ante las Penas de la Vida, Autor Paulo D. Acero.