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Ocho horas para salvarse del ACV
Aunque el tiempo es tirano, con imágenes más nítidas e intervenciones precisas es posible evitar muchas secuelas.
Cristina Susana Gozzi
Especial
Con la nueva aparatología, los accidentes cerebrovasculares o strokes
tienen mejor pronóstico. "Tiempo es cerebro", reza una consigna del
ámbito médico. "Ocurre que ante un episodio cerebrovascular o stroke,
por cada minuto que una persona no recibe la atención adecuada, pierde
1,9 millón de células neuronales (nerviosas), 14 mil millones de
sinapsis -interconexiones vitales entre las neuronas- y 12 kilómetros de
fibras mielinizadas a través de las cuales se generan las funciones
neurológicas", afirma Pedro Lylyk, neurólogo, presidente de la
Asociación Argentina de Stroke.
Los accidentes cerebrovasculares (ACV) se producen debido a una falla de irrigación cerebral.
Pueden obedecer a una obstrucción (ACV isquémico) o a la ruptura de un
vaso sanguíneo que suministra oxígeno y nutrientes al cerebro (ACV
hemorrágico). Cuando la zona afectada no recibe oxígeno, comienza a
morir. Mucho antes, comienzan las señales de alarma.
Atentos a los síntomas
Este primer síntoma habla de una función cerebral afectada: el habla,
la función motriz, la visión de un ojo, la pérdida de fuerza de una
pierna. Puede ser un episodio transitorio que desaparece antes de las 24
horas. Pero muchas veces se instala, y llega a ser progresivo. "Por
ejemplo, un brazo que va perdiendo fuerza hasta que la pérdida es
completa y se cae", ejemplifica Lylyk.
El stroke puede comenzar
con sensación de hormigueo, con un calambre y puede terminar con una
pérdida total de sensibilidad o de fuerza, según esté afectada la zona
sensitiva o la motora.
También el dolor de cabeza agudo, que
nunca se sintió antes, es un centinela de las hemorragias. "Generalmente
corresponde a la ruptura de algo, un aneurisma, por ejemplo, o una
arteria", afirma Lylyk. En cuanto a la pérdida de conocimiento, si bien
puede obedecer a un stroke hemorrágico, o al taponamiento de una
carótida, también puede ser ocasionado por un síncope.
Lylyk
sostiene que hay que saber reconocer las "señales de alerta" de un
infarto cerebral o stroke y atenderse con urgencia para evitar las
posibles secuelas. Lo ideal, dice el especialista, sería ir a un "centro
de stroke especializado donde, con tecnología de alta complejidad, es
posible un diagnóstico precoz y un rápido tratamiento de rescate
vascular". En ese sentido, Lylyk afirma que hoy la ventana terapéutica
para el tratamiento se extiende de seis a ocho horas; y en algunos
casos, hasta a 12 horas.
Horas clave
Pero no todos
los ataques cerebrales isquémicos son iguales, y cada individuo tiene un
tiempo fisiológico único. Entre los especialistas se habla de las tres
primeras horas decisivas: "Son las tres horas en las que puede hacerse
una administración de una inyección endovenosa de un licuador de la
sangre. Más allá de las tres horas, algunos usan endovenosa e
intra-arterial, con lo cual se consigue un efecto más rápido y
selectivo. Luego, con una intervención mínimamente invasiva, se llega a
la arteria, se toma el coágulo y se lo extrae", explica el especialista.
Precisión y rapidez
Claro que esto hoy es posible gracias a los estudios realizados
mediante el uso de equipos de resonancia magnética de alto campo y
tomografías de gran velocidad que permiten observar cómo está el tejido.
"Con la mejora de la calidad de las imágenes, pudo verse que hay
diferencias entre el tejido atontado, pasible de ser recuperado, y el
muerto. Lo que está en zona de penumbra lo podemos rescatar, siempre que
las imágenes lo certifiquen. Y ahí sí, se habla de por lo menos un
súper-tiempo", sostiene Lylyk.
Los más modernos equipos
permiten identificar si el tejido puede salvarse o no, y decidir la
intervención enseguida, ya que, para ahorrar tiempo, está instalado en
una sala contigua a la de cirugía, donde está ubicado el aparato que
permite extraer el coágulo, afirma Lylyk. De todas maneras sólo existe
aún un único equipo de estas características en América latina.
En opinión de los especialistas, los nuevos equipos podrían "salvar"
más del 50 por ciento de los ACV más graves. Asimismo, sostienen que a
pesar de que los factores de riesgo modificables de la enfermedad
vascular cerebral (EVC) se han identificado, la puesta en práctica de
estrategias para prevenir embolias ha sido deficiente, ya sea por la
falta de programas de prevención, o porque la población no conoce los
factores de riesgo y las señales de advertencia de la EVC. A eso se
sumarían las dificultades temporales en obtener los exámenes
radiológicos imprescindibles, en tiempo récord y sin grandes
desplazamientos del paciente.
Para el presidente de la
Asociación Argentina de Stroke, la medicina está asistiendo a una
"tercera revolución del diagnóstico", luego de la aparición del
tomógrafo y de la resonancia magnética. Esta etapa "se basa en la
combinación de imágenes del resonador magnético 3-Tesla con las del
angiógrafo biplanar que, además, realiza tomografía computada en la sala
quirúrgica, lo que ayuda a decidir la mejor forma de tratar una lesión
en un momento dado".
La pregunta del millón es cómo un simple
mortal accede a esa tecnología en forma rápida y segura. "Para eso, hay
que educar al paciente y su familiar, a los médicos no especialistas y
especialistas y a las autoridades que deciden la inversión en recursos
para la salud, de modo que toda la población esté cubierta", opina Lylyk
y asegura que en esa tarea está empeñada la asociación que preside.
Señales de alerta
El neurólogo Pedro Lylyk recomienda que ante cualquiera de las
siguientes señales de aviso de un ataque cerebrovascular (ACV), se anote
la hora en que apareció y se concurra inmediatamente a un servicio de
urgencia. Estos son los síntomas más comunes:
Falta de sensibilidad, debilidad o entumecimiento en un lado del cuerpo, ya sea cara, brazo o pierna.
Problemas para hablar o entender.
Dificultad para ver con uno o ambos ojos.
Problemas para caminar; pérdida de fuerza en una mitad del cuerpo; alteración del equilibrio.
Dolor de cabeza fuerte.
Pérdida del conocimiento.